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jueves, 16 de agosto de 2012

NINGUNA IGLESIA PUEDE IMPONER SU MORAL A LA SOCIEDAD

Bien harían las iglesias en preocuparse por el bienestar social, por el aumento de la pobreza y la desigualdad social, por asuntos tan graves como el abuso infantil y la pederastia, tan 
común-como se ha denunciado- en las filas de sus "representantes de Cristo", en vez de oponerse a las guías de educación sexual con el cuento de que "están influídas por la ideología de género".

Las iglesias cristianas-sin exceptuar la católica- son hoy por lo general un lucrativo negocio que ha aprovechado para su beneficio las políticas neoliberales de apertura comercial, invirtiendo miles de millones de dólares en empresas nacionales y transnacionales que les generan inmensas ganancias.
Esto ha permitido a la alta jerarquía vivir "a cuerpo de reyes", disfrutando privilegios con los que la mayoría de los cristianos solo pueden soñar.

Pero sumado a esto conservan sus posiciones misóginas y claman con intolerancia medieval contra la indivisibilidad de los derechos humanos oponiéndose, como siempre, en la historia a los avances científicos, como por ejemplo, a la fertilización invitro, que daría la oportunidad a miles de parejas de hacer realidad el sueño de concebir un hijo.

El concepto de "familia" ha venido cambiando con el desarrollo de los derechos humanos y las iglesias se oponen a reconocerlo. Así, adversan la unión de hecho tanto entre parejas hetero como homosexuales que son una realidad y a quienes hay, de alguna manera que proteger y favorecer con los derechos que legítimamente les asisten.
Se oponen a que una mujer embarazada como producto de una violación, pueda tener el derecho a no parir un hijo no solo no deseado, sino obligado con violencia.

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