Foto publicada por Human Rights Everywhere |
La mesa está lista para servir el postre de esta administración: la represión policial violenta, último recurso de un gobierno que no parece tener solucione
s a nada, que hace agua y que naufraga irremediablemente.
He vivido lo suficiente como para observar el cambio progresivo y acelerado que viene sufriendo Costa Rica desde que en los años ochentas los hermanos Arias cambiaron nuestro modelo de sociedad social demócrata por lo que dictó Washington: el neoliberalismo. El primero ponía énfasis en el desarrollo social.Lo que queda de éste fue obra de quienes creyeron en un "socialismo en democracia", que combinara la presencia de empresas privadas y empresas públicas encargadas de servicios y bienes estratégicos como la energía, la salud, las comunicaciones…
El cambio de modelo pone su énfasis en el enriquecimiento de los dueños de los medios de producción y en el "viernes negro" de la empresa estatal.
El resultado está a la vista: la tranquilidad que experimentábamos cambió a una incontenible inseguridad cotidiana, mientras el sistema político se muestra incapaz de hacer frente al problema, enredado en la acelerada descomposición social, el deterioro moral provocado por la crisis económica capitalista y la destrucción de nuestras instituciones más sólidas en las que se asentaba la democracia.
Todo esto ha llevado a una creciente ola de delincuencia que finalmente ha convertido a nuestras casas en verdaderas prisiones.
La corrupción ha aumentado en proporciones alarmantes en el gobierno, como en la venta de servicios y activos estatales y la concesión de obra pública a empresas privadas.
La indignación ciudadana crece en la misma proporción que el fracaso del gobierno.
Ante todo esto, un gobierno débil que perdió en su primer año la base social que lo eligió y abandonado por los mismos neoliberales de su propio partido, también perdió la ruta, perdió la confianza, ha perdido a sus mejores ministros a tal punto que los actuales parecen dar tumbos, pegar parches y solo hacen, en opinión de don Alberto Cañas, disparates.Por eso, como dije al principio, la mesa está lista para servir el postre.
Ante todo esto, un gobierno débil que perdió en su primer año la base social que lo eligió y abandonado por los mismos neoliberales de su propio partido, también perdió la ruta, perdió la confianza, ha perdido a sus mejores ministros a tal punto que los actuales parecen dar tumbos, pegar parches y solo hacen, en opinión de don Alberto Cañas, disparates.Por eso, como dije al principio, la mesa está lista para servir el postre.
Eduardo Zuñiga
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