Poco después de la muerte del Líder de la Revolución Boliviariana y presidente de Venezuela, Hugo Chávez, algunos medios derechistas estadounidenses lanzaron una campaña de calumnias describiéndole como un líder “autoritario” y “provocador de divisiones”. Algunos incluso mostraron su esperanza de que el proyecto político de Chávez se desmoronase.
Sin embargo, como todo el mundo pudo ver, son los gobiernos de EEUU y Canadá, y no Chávez, los que están aislados en el continente. Los presidentes de toda América Latina fueron a Caracas para acudir al funeral y rendir homenaje a Chávez. Allí, muchos de ellos reafirmaron su apoyo a los ideales de justicia social y desarrollo, integración e independencia para América Latina que el líder venezolano apoyó durante toda su vida. Muchos mensajes de simpatía y solidaridad llegaron a Caracas desde México hasta Argentina.
Varios líderes latinoamericanos dijeron que, incluso en ausencia del Líder de la Revolución Boliviariana, ellos continuarían trabajando juntos con el fin de desarrollar los ideales de Hugo Chávez, que ya han sido exitosamente puestos en práctica. Incluso el jefe de Estado de Colombia -un país enemigo de Venezuela durante el mandato del antiguo presidente Alvaro Uribe-, José Manuel Santos, alabó el compromiso de Chávez y el gobierno de Venezuela con el proceso de paz en su país.
En un fuerte contraste con los cálidos tributos de toda América Latina, las declaraciones del presidente estadounidense, Barack Obama, fueron vistas como despreciativas de la figura de Chávez, lo cual se corresponde con las pasadas actitudes de su gobierno hacia la creciente independencia de Venezuela y América Latina. Obama habló de “un nuevo capítulo en la historia de Venezuela” y, como si ésta última fuera un país dictatorial, añadió que EEUU “continúa comprometido con políticas que promueven los principios democráticos, el imperio de la ley y el respeto a los derechos humanos”. Obama no ofreció sus condolencias por la muerte de Chávez tampoco.
En realidad, Obama debería “conocer mejor” de lo que habla. Los venezolanos, según las encuestas, dan a su democracia una puntuación de 7 sobre 10, mientras que la media latinoamericana es de 5,8. Mientras el 81% votó en las pasadas elecciones venezolanas, sólo el 57,5% lo hizo en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2012.
Por su parte, la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, dijo a los medios que su gobierno estaba esperando una decisión de las autoridades venezolanas sobre la “transición”, es decir, ella estaba diciendo a los venezolanos que Washington quiere que ellos den marcha atrás y básicamente eliminen su independencia y sus logros sociales. Sin embargo, en una declaración, el ministro de Exteriores venezolano describió las irrespetuosas e insolentes declaraciones de Nuland como “una nueva y grosera injerencia estadounidense en los asuntos internos de Venezuela”.
Al mismo tiempo, todas estas declaraciones de altos responsables de EEUU han provocado una fuerte indignación entre el pueblo venezolano, que acompañó a su presidente con afecto y aflicción durante el funeral. La denigración de Chávez llevada a cabo por Obama ofendió a una mayoría de venezolanos, tanto a los que votaron para reelegir a su presidente el 7 de Octubre como los que no lo hicieron.
No es la primera vez, sin embargo, que Obama se ha visto aislado. En la Cumbre de las Américas de la OEA de 2012 en Cartagena, EEUU y Canadá fueron duramente criticados, especialmente por su negativa a permitir que Cuba acudiera. Esto supuso un fuerte contraste con la cumbre anterior de 2009, cuando los líderes latinoamericanos -incluyendo Chávez- saludaron cálidamente a Obama porque ellos creyeron erróneamente que él podría abrir una nueva era en la historia de las relaciones entre EEUU y América Latina.
Por Y.Fernández