Publicamos una carta de don Ottón Solís, llegada a nuestro buzón electrónico:
Lejos de forzar protagonismos, Laura Chinchilla habla hoy en nombre de Costa Rica
Ottón Solís Excandidato presidencial 09:14 p.m. 14/11/2010
La ocupación militar de una parte de nuestro territorio en la esquina noreste del país por parte de Nicaragua es un problema serio. Pero se resolverá, recuperaremos nuestro territorio, no se perderán vidas nicaragüenses ni costarricenses y no nos costará mucho dinero. Sin embargo, de este incidente podemos derivar muchas ganancias si el Gobierno sigue por la atinada ruta que ha escogido.
Se trata de una ocupación militar. No importa cuán pequeño sea el territorio que se intenta usurpar. Igual que corrupción es utilizar el poder para pagar un almuerzo con recursos del Estado, invasión es usurpar un metro cuadrado. No es una ocupación total como la que hizo Sadam Husein de Kuwait, pero sí es una invasión parcial hecha por la fuerza. Si no ha habido ni va a haber tiros, es porque Costa Rica no tiene ejército.
Se trata de una esquina despoblada lo cual dificulta, en una primera instancia, su dimensionamiento ante la opinión pública mundial. Pero el oportunismo ante la aparente insignificancia no prospera cuando se trata de principios. Por el contrario, la esperanza de consolidar el hecho dada su pequeña dimensión física revela una estrategia de clandestinidad que agranda la afrenta moral del acto. Esto no pasará inadvertido ante el mundo.
Razones. El problema se resolverá, primero, porque tenemos la razón legal. Aun si Nicaragua tuviese un reclamo válido sobre ese territorio, el derecho internacional le otorga herramientas para evitar la fuerza y utilizar el derecho para recuperarlo. Nicaragua no ha acudido a estos mecanismos porque sabe que los tratados no le dan la razón. Segundo, tenemos la razón moral pues somos víctima y no provocadores del problema. Es la ausencia de civilización y el exceso de corrupción lo que induce a algunos a forzar hechos cuando consideran que las leyes se oponen o impiden sus designios. Y esto también lo comprenderá pronto la opinión mundial.
Tercero, los humedales tropicales son los ecosistemas más valorados por la cultura de la sostenibilidad ambiental mundial pues prestan valiosos servicios en la lucha contra el calentamiento global y en la preservación de especies que solo pueden sobrevivir en estos sitos. Además, los humedales costeros protegen el agua dulce de mareas de agua salada y su vegetación absorbe mucha luz que es el inicio de las cadenas de la vida. Por ello tenemos la razón ambiental también de nuestra parte. La invasión de Nicaragua no es entonces, una afrenta solo a nuestro país y su población, sino también al “país” ambiental hoy habitado por millones de personas de todo el planeta.
Cuarto, el liderazgo de Nicaragua ha invadido a un país con una población y una sociedad civil respetada y querida en el mundo, no solo por su cultura ambiental, sino por su defensa histórica de valores apreciados por la humanidad más informada. El legendario compromiso de la mayoría de nuestro pueblo con la educación, el desarme, la igualdad social, el acceso universal a las oportunidades y las aspiraciones de muchos por la eliminación de toda discriminación, hoy se constituyen en la llave de entrada a universidades, ONG y a los centros de pensamiento más progresistas del mundo. Así que tenemos también la razón histórica.
Finalmente, desde el inicio todos los partidos ofrecimos nuestro apoyo incondicional al Gobierno en esta lucha. Nuestra Presidenta se ha reunido y ha llamado a representantes de la oposición para informar y convertir esta en una faena nacional y no gubernamental y menos partidaria o personalista. Lejos de intentar ganar prestigio o forzar protagonismos fuera o dentro del país con un tema nacional de la mayor trascendencia, doña Laura ha respondido al momento y hoy habla en nombre de Costa Rica. Por ello también tenemos la razón democrática.
Evitar el nacionalismo ciego. Ahora corresponde no errar. Evitemos ganar disputas donde es mejor ser derrotados. No compitamos en el nacionalismo ciego y en las simplificaciones triviales. Perdamos esas batallas. No utilicemos el lenguaje violento ni adelantemos heroísmos ofreciendo nuestra sangre. Los héroes son por sus hechos y no por sus arengas. Que otros anticipen sus héroes desde las tribunas del populismo. Mientras tanto, nosotros tengamos el coraje de temer la sangre y amar la vida' sobre todo cuando potencialmente se trata de la vida del policía, y no la del arenguero.
Respetemos la cultura nicaragüense, respetemos sus habitantes. Bajémonos de sitios en que nos hemos puesto nosotros mismos: a los nicaragüenses que trabajan en Costa Rica no los empleamos por hacerles el favor, sino porque es rentable y los necesitamos. Sugerir que si no nos devuelven Calero, les devolvemos a los nicaragüenses es perder pues ambos son activos de Costa Rica y siempre será un mal negocio entregar dos activos a cambio de nada. Si el Gobierno de Ortega acepta la propuesta, nos quedamos sin Calero, la economía nacional se desploma y muchas mujeres costarricenses que hoy trabajan por un salario fuera del hogar tendrían que regresar a trabajar al hogar sin salario.
Defendamos sin altisonancias nuestra patria. Cuanto más bajito hablemos, más se escuchará nuestra voz en el mundo. El liderazgo nicaragüense que ahora exhorta el nacionalismo pactó con otros partidos la entrega de una buena dosis de soberanía cuando dejó que el TLC fuese aprobado en una noche sin ni siquiera discutirlo.
Antes, puso su país al servicio de la Unión Soviética en ejecución de sus designios geopolíticos. Así que su nacionalismo parece más política electoral que amor patrio. Por ello hoy sus poses no asustan.
Así que no elevemos los deciles del conflicto. Llegados a este punto, tengamos pausa y sapiencia que el mundo sabrá reconocerlo. Utilicemos esta afrenta para ganar prestigio ante la comunidad internacional.
La razones que nos asisten llevarán nuestras fronteras mucho más allá que las definidas por los mapas oficiales y ganaremos espacios en el mundo.
Mantener nuestro territorio y ganar prestigio: esas deben ser precisamente las metas de nuestro país y en ello todos debemos colaborar.
Esto ha de arreglarse para bien de los pueblos y en contra de las vanaglorias, tanto de Daniel Ortega como de Lauraria.
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