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Turistas suecos caminan tranquilos por la calle central. |
CAHUITA, COSTA RICA.
Son cerca de las once de la noche. Regreso de visitar a una pareja amiga y entre vinos y bocadillos y el ruido del mar que en marea alta invade tranquilo a intervalos regulares la tierra de cangrejos que hay bajo la casa montada en "pilotes"; reímos y hablamos…hablamos de Cahuita. Solo mi amigo es nativo de la zona, dueño de un pequeño restaurante. He ido a pie. Hay poca gente en la calle y al pasar frente al Bar Cocos, (legendario, popular, instalado en una vieja casona de arquitectura caribeña), escucho al grupo de Calipso que toca una pieza de Walter Ferguson. Dan ganas de entrar, pero puede más el cansancio y el sueño y sigo adelante.
Paso frente a la casa del famoso "calipsonian" y está en completo silencio.
Pienso que mañana lo veré sentado en el restaurante familiar de la esquina quizás firmando autógrafos a los turistas , dialogando o escuchando el ruido del mar acompañado de un café…
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Vendedor de artesanía. Nótese al fondo la
ausencia de rejas en la casa, |
Antes, mis amigos y yo llegamos a una conclusión inequívoca: Cahuita es una isla pegada al continente. Una isla porque a lo mejor gracias a su sentido de comunidad y apego a las tradiciones, luchan día a día mediante sus iglesias y organizaciones sociales para que sea un sitio sano y seguro para sus hijos, para los turistas nacionales y europeos para que ese turismo siga siendo el visitante contemplativo que recorre con su cámara el pueblo y el Parque Nacional cargando en su cámara y en su memoria las imágenes de Cariblancos y Congos, Colíbríes y Yigüirros, Lagartos, Peces y Serpientes...
Hasta hoy es una comunidad donde no hay MacDonals ni Burguer King, que no les hacen falta ni los quieren, porque la gente prefiere el rondón, el patí y el "rice and beans"; aquí la mayoría de los hoteles son de gentes del lugar y los menos de italianos, españoles y alemanes, que, a diferencia de los estadounidenses, no ponen casinos y burdeles. Instalan ranarios, mariposarios y cabinas rústicas.
Si, es una isla: es posible caminar sin temor a que te asalten, es posible hablar por celular sin miedo a que te lo arrebaten, es posible estacionar tu automóvil en cualquier parte y al transitar solo hacer altos por la gente que va en bicicleta, en cuadraciclo o a pie. (Los semáforos son tecnología inútil)
Todavía la gente detiene su carro, baja de él y con delicadeza, convence a una iguana de que debe asolearse para cargar sus baterías en otro sitio, no en media calle.
Hay seis "craqueros" famosos que forman parte del folclor local y sin ellos, Cahuita sería menos atractivo, pero no te asaltan, te piden "una teja", un cigarrillo o te venden unos aguacates que vaya usted a saber de qué finca los sacaron donde se pudrían o algún pargo rojo o una langosta que pescaron en la madrugada. A veces te dan dinero para que les comprés alguna cosa porque en algunos supermercados no los dejan entrar por temor al hurto. Destaco a uno que fue estudiante de sicología antes de caer en la adicción a la "piedra", con el que es aún posible establecer algún diálogo coherente interferido a veces por alguna divagación de un cerebro que empieza a deteriorarse.
No falta también una amable vecina que comparta con uno el pastel de yuca que horneó en la tarde, o cualquier otro bocado especial, costumbre muy arraigada en el pueblo.
Claro, no ha faltado un turista despistado que deja su cámara de vídeo sobre una toalla, junto a su mochila, encima de la arena y se va a "surfear" y a su regreso ha desaparecido… A lo mejor la Policía de Turismo se la rescata, a lo mejor no. Pero el turista está ileso, sin un rasguño, solo que triste porque perdió su trabajo de tres días y la próxima vez se asegurará de cuidar mejor su equipo fotográfico.
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Un perezoso se desplaza tranquilo, sin temor a los humanos. |
Los cahuiteños están muy orgullosos de su pequeño pueblo todavía sin rejas y están felices con un banco, una farmacia, un ebais, una ferretería, dos escuelas y dos colegios y Playa Blanca y Playa Negra y cuatro policías que casi nunca tienen trabajo.
Si, Cahuita es una isla definitivamente. Al anochecer uno se conecta a internet o mira la televisión, comparte con los amigos y amigas y luego duerme en un silencio que sosiega y tranquiliza y despierta al amanecer con la potente alarma del reloj de los congos.
Son amables los lugareños con los que llegamos a establecernos y terminamos compartiendo su estilo de vida, su ritmo cadencioso y lento ausente de estrés.
Este lugar es una isla donde a los cahuiteños no les gustan los gringos; a los pocos que llegan los toleran apenas: es que no les pueden perdonar que-en su muy lógica opinión- hace ya varios años, contaminaran sus plantaciones de cacao desde avionetas, con la plaga de la Monilia (hongo microscópico que destruye los frutos), para aniquilar sus cultivos, lanzarlos a la miseria y comprar tierras baratas para sus plantaciones de banano.
He llegado caminando a mi casa: todo bien, tal como lo dejé. Mi gata angora persigue-jugueteando- a una ranita que finalmente da un salto y cae al "crick" (arroyuelo).
No, definitivamente:¡Parada,por favor,que aquí me bajo!
GRUPO RONCAHUITA
EDUARDO ZUÑIGA