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La única vez que asistí a la Plaza de Toros de Zapote me encontré con una verdadera apología de un tipo de violencia morbosa que exacerbaba la brutalidad sanguinaria de nuestra especie. ¡Toros a la tica! En el corto lapso que soporté el sanguinario espectáculo, la Cruz Roja tuvo que socorrer y llevarse a algún hospital a tres jóvenes de esos a los que llaman "toreros improvisados". La muchedumbre miraba inquieta, emocionada y cuanto más corneadas,cuanto más se elevaban por el aire aquellos jóvenes impulsados por la fuerza descomunal de algún pobre toro llevado al límite del estrés y cuanto más sangre derramaban los muchachos, más adrenalina corría por los organismos de los espectadores y más y más gritaba enardecida al límite del paroxismo la muchedumbre.
Pensé entonces que se trataba de un negocio fabuloso que encima contribuía a lavar el cerebro del pueblo, para que toda su agresividad la canalizaran hacia ese espectáculo sangriento que le ha quitado la vida a muchos ticos y a muchos otros les ha dejado lisiados, minusválidos condenados por el resto de sus vidas a una silla de ruedas. ¡Magnífico! Pensarán algunos políticos,que se entretengan con estupideces salvajes para que no piensen en el desastre económico,social y político del país.
Recordé entonces que el circo romano, era una necesidad que evadía al pueblo de los verdaderos problemas sociales y que servía al emperador como arma propagandística y de control de las insurrecciones populares.
¿No es cierto que nuestra constitución obliga al estado a velar por la seguridad y la vida de los ciudadanos? ¿Será necesario un recurso ante la Sala IV contra esta brutalidad?
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