recaudar por impuestos y multas... ¿Cómo es que permite vender
cigarrillos en bares y no permite fumar en ellos?
Fidel, cuando casi muere de fumar... un puro explosivo que le mandó John F. Kennedy. |
Cuando se inició el proceso que llevó a aprobar la Ley 9028,
conocida popularmente como "Ley antitabaco" pensé en las
posibilidades de organizar un grupo de oposición, cosa que excluí de inmediato
al recordar que vivo en un país donde existe una especie de desidia
intelectual, de rechazo a la lectura, la reflexión y el pensamiento y a nadie
pareciera preocuparle nada. ¿Aumentan el costo de los servicios? : si acaso
escucho por ahí decir "caray, qué caro está todo y subieron la luz".
Luego pasivamente, a fin de mes, la gente paga la factura y ni siquiera se
preocupa por apagar una bombilla. ¡No!, si hemos sido educados para actuar individualmente, no para organizarnos.
Todo en nuestro sistema educativo ha sido fríamente planificado para conseguir ese objetivo y aniquilar la
rebelión de las masas.
Si a las organizaciones gremiales y sindicales les cuesta una millonada llevar a
cuatro gatos a una manifestación hasta para solicitar un privilegio…¡Iluso yo,
que me atrevo a pensar en organizar a los fumadores!
Me olvidé para siempre de mi estúpida idea de un sindicato de fumadores, cuando empezó
por todos los medios posibles una campaña para estigmatizarnos como
"enemigos de la salud pública", "viciosos indeseables" y
finalmente "delincuentes de la
salud".
Pero como yo no soy hombre de doble rostro, lo dije donde
pude: soy fumador, me gusta, me complace, me provoca un placer sensual tomar un café acompañado de un
cigarrillo, compartir una cerveza con otros fumadores y disfruto con quien me acompaña en la vida, del acto de tomar un traguito antes y de fumar un cigarrillo después.
¡Y estoy contra la Ley antitabaco !
"Fumando espero", Sara Montiel. |
Cuando hace años decidieron hacer sitios en bares y
restaurantes para fumadores, sinceramente no me pareció mal, aunque era
evidente que allí empezaba una forma odiosa de discriminación. Lo acepté
porque, a fin de cuentas fumaran o no fumaran
quienes querían compartir conmigo la cerveza y el diálogo no les
importaba sentarse en el área de fumado.
Pero la facistoide Ley 9028 ya rebasó los límites de lo
aceptable. Desde que empezó a discutirse, en muchos lugares donde encendía un
cigarrillo, había desconocidos que se apartaban, corrían sus sillas como si de
la llegada de un leproso en tiempos bíblicos se tratara.
Donde he podido lo he manifestado : no puedo creer en las
buenas intenciones de esta ley. Y no puedo creer porque vivo bajo un régimen
político que ha aceptado firmar cuanto convenio internacional le propongan,
aunque después no lo cumpla, porque de lo que se trata es de mantener
mundialmente una imagen de país democrático, solidario, preocupado por el
bienestar público. Ninguno de esos organismos dice nada al respecto porque, aunque firmamos la
declaración de Derechos del niño y del adolescente, jamás comprueban que en los
bares se sigue vendiendo licor a menores, en las calles a muchos de nuestros
niños los destruye el crac o sobreviven de la prostitución o son sin piedad
agredidos y se hace poco o nada por evitarlo, por ejemplo.
No puedo creer que están preocupados por la salud pública,
porque la organización antitabaco que la promovió, los diputados que la
aprobaron y la presidenta que la firmó, comparten la responsabilidad de
permitir que miles de empresarios sigan morosos con la CCSS, de pagarle la deuda
del estado con bonos que nadie quiere adquirir y escamotearle una millonada en
intereses, con la que, según expertos, se pudieron construir dos hospitales y
disminuir en un cincuenta por ciento las "colas" en cirugías.
Es que existen múltiples antecedentes donde fundamentar mi
incredulidad en las preocupaciones puras y legítimas del estado por los
habitantes del país: no puedo creer que a quien la Constitución le obliga a
velar por la seguridad ciudadana, en lugar de pensar en un moderno sistema de transporte
público, llegó a eliminar los trenes y permitió que unos cuantos se
enriquecieran abarrotando de autos y camiones desechados en países ricos,
nuestras pésimas calles , sin obligar a los concesionarios de carreteras a
construir los pasos para peatones; un estado que está más comprometido con los
intereses fiscales de una potencia controlando el trasiego de drogas ilícitas,
que por el consumo interno de las mismas.
No creo en quienes nos exhiben por el mundo como el país
"ecológico" y estaban dispuestos a permitir la explotación minera a
cielo abierto y se hacen de la vista gorda ante la tala de nuestros bosques a
punta de "mordidas" a funcionarios públicos encargados de velar por
su conservación.
Con la Ley antitabaco, estamos ante un caso semejante a la
Ley de tránsito vigente cuyas multas astronómicas a cercenado la Sala
Constitucional en buena hora. En múltiples declaraciones a la prensa, era obvio que al señor ministro
de esa cartera, le importaba fundamentalmente dejar de percibir los millones que
producían las multas, tanto que hasta llegaron a bajar límites de velocidad
para estimular a los infractores y justificar la inversión en el dudoso negocio de las cámaras de vigilancia.
La gran diva en los dorados tiempos en que fumar era sinónimo de elegancia y distinción. |
La de segregación de fumadores, es ley de moral doble,
porque que permite vender cigarrillos en los bares y restaurantes, pero no
permite fumar en ellos, por lo que sospecho que lo que más les importa son los
beneficios económicos que por la venta de cigarrillos con elevados impuestos,
solo en cajetillas de veinte unidades y las posibles multas a los infractores,
puedan recibir. Todo esto en medio de una marea alta de corrupción que en mi
ingenua juventud jamás imaginé.
Echaré de menos muchas cosas, entre ellas perderme fiestas
donde no se permita fumar, algunas tabernas agradables, muchos restaurantes de
sabrosa comida, invitaciones a conferencias, exposiciones y funciones de teatro
en días lluviosos.
Pero confío en el ingenio popular que ya se prepara para
crear bares clandestinos disfrazados de fiestas familiares y aplicar malabares
que la ley facilita para, en sitios prohibidos, evadir las multas.
Igual confío en la incapacidad de las autoridades de salud
para aplicar las leyes, como en los casos verdaderamente criminales de venta de
licor a menores, basureros ilegales,
contaminación de ríos con basura y materia fecal.
Y me imagino fumando en una parada de autobuses cuando
alguna persona me diga: "Si no deja de fumar, llamo al 911" y ver
aparecer rauda y veloz a una radiopatrulla en cosa de segundos. Pero en el caso
excepcional de que no apareciera, esa persona me dirá: "Déme la cédula
para anotar sus datos y denunciarlo. ¡Ah! y ustedes dos también para citarlos
como testigos".
Declaro bajo juramento, que no tengo, ni he tenido ningún
vínculo directo de amistad o de índole comercial con industria tabacalera ni
agricultor alguno del tabaco.
Digo todo esto con muchas ganas porque lo tenía como
"abejón en el buche". Lo digo a sabiendas de que me expongo a que
me declaren enemigo de la salud pública
o que digan que lo que hago es una apología del tabaquismo y termine quemado en
una hoguera alimentada por hojas y ramas de tabaco en la Plaza de la
Democracia.
EDUARDO ZÚÑIGA
18 de abril del 2012
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