Transcribimos esta interesante reflexión enviada a nuestro correo electrónico.Las imágenes fueron agregadas por G.R. :
Por : Juan Carlos Cruz-Barrientos
Haciendo referencia a la Alianza por Costa Rica, Luis Guillermo Solís Rivera escribe en el Diario El País “nos equivocamos al dedicar tanto tiempo y esfuerzo a juntar a los partidos políticos de oposición como primer punto de la agenda. Ese trabajo habrá que hacerlo, es esencial y no puede obviarse, pero probablemente resultaría menos complicado si articuláramos, desde ya, las acciones convergentes con los movimientos y organizaciones sociales y obligáramos a los partidos políticos de oposición a sumarse a ellas so pena de quedar aislados y superados por la realidad”.
Luis Guillermo es claro y contundente. Con la consumación del pacto entre el PLN y el PASE termina la experiencia política de la Alianza por Costa Rica, misma que nació con el explícito propósito de hacerle contrapeso al control casi absoluto del PLN sobre el Poder Legislativo. Juzgada desde esa perspectiva, la Alianza jugó su papel pero hasta ahí, ya que desde otras perspectivas esa heterodoxa combinación de ideologías y sensibilidades políticas no tenía largo aliento. Aun así acercó a quienes objetivamente podían acercarse, construyó confianzas entre quienes fue posible y aunque las manidas encuestas de UNIMER-La Nación digan lo contrario, sentó un precedente que habrá que evaluar más adelante con mayor serenidad.
Pero ese capítulo se cerró y no cabe duda de que, luego de este experimento político, las fuerzas progresistas no pueden pretender erigir, desde la Asamblea Legislativa, una fuerza social y política capaz de enrumbar a Costa Rica hacia la inclusión, la solidaridad y la justicia social. Pretenderlo es iluso, entre otras razones porque detrás de los integrantes de la Alianza hay personas que en la mayoría de los casos no representan más que limitados intereses personales y grupales, es decir que no están sustentados por ningún músculo social.
De cara al corto y mediano plazo, cabe anticipar algunas valoraciones sobre las políticas de alianzas de las fuerzas progresistas, basadas en experiencias latinoamericanas (y en el sentido común): En primer lugar no se pueden obviar los intereses de clase o de fracciones de clase que representan los aliados, independientemente de que esas alianzas sean de carácter táctico o estratégico, teniendo claro los riesgos y las limitaciones que entraña cada aliado (anticipa sorpresas como la del PASE)
En segundo lugar no se puede construir una alianza de arriba para abajo, eso equivale a construir una casa empezando por el techo y en tercer lugar, ninguna alianza ni objetivo político puede poner en riesgo la identidad e integridad de las fuerzas con que cuentan las fuerzas progresistas. En ese sentido vale revisar críticamente la historia política de los años 40 y las implicaciones que derivaron para las fuerzas progresistas costarricenses.
Se abre ahora un nuevo capítulo, el de construir esa fuerza “desde abajo” y “desde dentro” de los procesos de lucha que están en curso, desde las comunidades, las organizaciones de base, los partidos locales, los estudiantes, los sindicatos, las empresas de la economía social, etc. Es en ese proceso de construcción de tejido organizativo de carácter político y social, en el que se educa a la ciudadanía y desarrolla la democracia y desde donde deberá surgir la verdadera Alianza por Costa Rica.