Garnier, el escritor. |
¡Qué buen relato! Y por eso se enojaron algunos curillas
escasos de seso! Estamos más enojados nosotros con ellos por su también escasa
dedicación al bienestar del prójimo.(Es la misma iglesia desfasada en el
tiempo, en la historia, la misma que con criterios medievales se opone a las
Guías de Educación Sexual.)
Si otras veces lo hemos censurado por alguna acción que nos pareció nociva, ahora le felicitamos efusivamente. Nos alegra que aún quede algo (o mucho) del Garnier que peleó contra Alcoa. ¡Léanlo, lo recomendamos!
Los transcribimos enseguida:
Y Amén
Leonardo Garnier
Viernes, Noviembre 12, 2004 - 04:05
Padre nuestro que estás en el cielo. ¿Padre? ¿Qué padre?
¿Padre de quién? Porque decir padre de todos, es como decir padre de nadie. Y
por lo que hace al cielo, será el de anoche, cuando llovía a cántaros y sin
parar hasta que se inundó la calle de enfrente. Santificado sea tu nombre.
Curiosa ofrenda: santificado sea tu nombre cuando no sabemos siquiera cuál es
tu nombre. ¿Guillermo, Jorge... o tal vez Carmen? Porque Dios son todos los
dioses; Yahvé, es sólo el dios de los judíos y Jesús, es tu hijo (buen padre
serás, que en vez de un par de nalgadas lo clavaste en esos palos a pagar
pecados ajenos ¡qué bruto!). Venga a nosotros tu Reino. Será solo así que lo
veamos, porque ir nosotros a él está difícil... si no sabemos ni dónde queda,
ni si valdrá la pena. Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Pues por eso digo lo del cielo, porque si juzgamos por los últimos dos o tres
tristes milenios, lo que es la tierra ha sido un desastre tras otro; así que si
por la víspera se saca el día, ni me imagino el despelote celestial que nos
espera. Danos hoy nuestro pan de cada día. Bonita cosa: ¡pan! A estas alturas
del siglo veinte ¿veintiuno? sí, pero la fuerza de la costumbre es fuerte,
aunque ya sólo el mal recuerdo nos queda del finado siglo veinte, a estas
alturas y nos venís con ‘pan’... ni siquiera pan con mantequilla, o un poco de
queso tierno... y lo peor es que ni el pan ha alcanzado nunca para todos... si
para tacaños no hacía falta ir tan largo. No nos dejes caer en la tentación. ¿Y
entonces? ¿Para qué las tentaciones? ¿Para hacernos sufrir de la cólera? ¿Para
que los que caen en ellas se sientan mal por su falta de voluntad, por su
debilidad frente a los buenos, por el miedo de la condenación eterna? ¿O más
bien para que los buenos se sientan mal al resistir tus tentaciones, podridos
de envidia frente al goce de los malos, temiendo ser víctimas de una de tus
malas pasadas cada vez que recuerdan aquel viejo chiste, el de ‘no era pecado’?
Y líbranos del mal. ¿Líbranos del mal? Pero es que si algo nunca hiciste fue
eso, librarnos del mal. ¿Y... si antes sólo era la nada... quién creó el mal?
¿No? Y amén.
Tomado de : http://leonardogarnier.com/node/195