En medio de la desigualdad social y la violencia en nuestros centros urbanos, celebrar el "Plan de Paz" viene a ser una broma de humor negro despiadado.
Ayer se cumplieron veinticinco años del plan de paz que desmovilizó a los grupos guerrilleros en centroamérica y preparó el camino para introducirnos en la ruta de la globalización, del TLC con Estados Unidos, del sistema económico neoliberal.
El Plan de Paz, por el cual don Oscar Arias le escamoteó al mundo un Premio Nobel hizo lo dicho.
Veinticinco años después no hay guerrilleros ni en las ciudades ni en las montañas.
Veinticinco años después hay más miseria y más desigualdad, más desamparo, menos bienestar social,más elecciones amañadas, exjefes guerrilleros disfrutando cómodamente de las ventajas del capitalismo.
Veinticinco años después hay maras, pandillas, más precarios, más prostitución infantil, narcotráfico y drogadicción, más abandono.
Veinticinco años de paz trajeron más, mucho más violencia en nuestras ciudades.
¿Vale la pena celebrar el PLan de Paz como lo hicieron ayer doña Laura y don Óscar, artífices del deterioro económico y social de este país y de la subsecuente violencia en nuestros centros urbanos?
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